Director y guionista de cine francés nacido en París. Su trayectoria creativa ejemplifica a la perfección una acertada síntesis visual de influencias cinematográficas y literarias, entre las que se contaron el realismo poético de René Clair, el impresionismo de Jean Renoir, el decadente romanticismo historicista de Max Ophüls, la sobriedad expresiva de Robert Bresson y el universo de los bajos fondos descrito por novelistas como Georges Simenon. Esa mezcla dio como resultado una obra muy homogénea y personal, aunque también en cierta medida a contracorriente de las tendencias comerciales de la industria del cine. Pero la verdadera singularidad de este creador radica sin duda en que pocos directores han estado nunca tan cerca de expresar, mediante historias en ocasiones sórdidas y ambientadas en universos marginales, la poesía de los sentimientos y la búsqueda utópica de ideales como la solidaridad o el amor. Criado en un ambiente burgués de la alta sociedad parisina, la rebeldía juvenil de Becker le llevó sin embargo a abandonar los estudios musicales en la prestigiosa Schola Cantorum para dedicarse a la pintura y fundar una orquesta de aficionados que tocó en cabarets y otras salas de espectáculos populares. El disgusto familiar se vio reforzado todavía más cuando en 1932 decidió adentrarse en el inestable y un tanto casquivano mundo del cine como ayudante de dirección de Jean Renoir. No obstante, los conocimientos técnicos y la sensibilidad poética adquiridos al lado de este genio, fueron fundamentales en la vida futura de Becker y, como es lógico, también encontraron reflejo en sus posteriores películas como director. Después de codirigir con Pierre Prèvert un mediometraje de escasa difusión, la primera oportunidad de situarse tras las cámaras como director único acabó siendo una tormentosa experiencia de pésimo final: L'or du Cristobal, aunque no llegó jamás a terminarse por fuertes desavenencias con el productor. Finalizada la contienda, Becker pudo debutar sin sobresaltos en el terreno del largometraje con el film de intriga policiaca Dernier atout (1942). Pero fue su siguiente película, Goupi mains rouges (1943), la que asentó definitivamente su carrera. El éxito de esta cinta se cimentó sobre un juego de contrastes muy habitual en la obra creativa del cineasta, y que para la ocasión fue una intriga policiaca violenta que transcurría en el bucólico marco de la campiña francesa. Se escapó la suerte (1947) cerró por su parte esta etapa preliminar de su trayectoria antes de que comenzara a incluir nuevos elementos a esa mezcla como el costumbrismo y la poesía. París, bajos fondos (1952) señaló en ese sentido un punto culminante en la obra de Becker. Los ambientes sórdidos y al mismo tiempo bohemios de la capital francesa encontraron reflejo en las imágenes de un filme romántico y de cortante precisión analítica sobre el otro lado de un mundo que los individuos de clase acomodada se niegan a ver. La mudanza de François (1953) y No tocar la pasta(1954) se enmarcaron igualmente dentro de esta línea, pero su éxito fue muy inferior al esperado, quizás por lo repetido de la fórmula. Por eso Becker hubo de aceptar como consecuencia de ello una serie de encargos de subsistencia que dirigió con cierto aire de rutina, Alí Babá y los cuarenta ladrones (1954) o Las aventuras de Arsenio Lupín (1956) se encuadraron en esta época.